En la calle la sensación era la de un pueblo dividido:
los que estaban contentos porque esta especie de Robin Hood moderno había
recuperado su libertad y los que miraban con indiferencia la novedad. Del
otro lado los que manifestaron su descontento con la decisión de la justicia de
dejarlo en libertad. “La justicia es un chiste. Coleco es un chiste” sintetizó
un vecino conocido de la zona.